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Recuerdos y reencuentros.

domingo, 13 de septiembre de 2015

LLERENENSEANDO (Actualizado).PUES AMARGA LA VERDAD... Antonio Mateos Martín de Rodrigo.

lunes, diciembre 22, 2008

PUES AMARGA LA VERDAD...
(Vísperas de ψωσις τοῦ Τιμίου Σταυροῦ)

Pues amarga la verdad y escuece y duele como tizne de cardencha; y lo peor es que nunca cicatriza, siempre es herida abierta, ensangrentada; y por ella se pierde y se va y exhala todo a borbollones de desesperanzas; pero sin quererlo escribes una nueva novela que, quizás, ni tú mismo nunca leas.

La Ley del Secreto es, finalmente, transgredida por la Ley de los Sentimientos.

Y sientes que no mientes; que la Mentira -sigue la evolución del cuerpo humano- no es un sentimiento ni dos pensamientos ni medio adverso sino un dolor aún mayor que la Verdad -siempre desnuda como feliz adanieva-.

Y, aunque, la Verdad duele y te aprieta contra las tablas o como condena a prisión mayor a muerte puedes regodearte en ella.

Y, en ella buscas tu casa y tu calle y ya no hay chinas para romper los carámbanos de las ventanas del alma ni tierra para los hoyos del “guá” del corazón.

Y encuentras tu calle ocultando a la madre Gea bajo una espesa capa de gris inmundicia; y en tu vida y en su piel no hay lugar para cristalas, ni cristaleños irisados.

Entonces sólo había dos coches, un Land Rover a la caída del sol y un taxi negro, y una moto, la de Antoñito el de la Rubia, con matrícula de Granada.

Y si te haces una torcedura, el alma se te queda ladeada y alelada para los restos de la fatal resta que es la vida. ¿Se llamaba Antonia? tampoco podrá enderezarte.

Hasta no puedes limarte las uñas de las manos arrancando tierra para hacer bolos o bolindres o figuras de barro a las que insuflar tu aliento, aún sin sarro ni necesidad de colgate.

Bueno era el Lagarto del Economato de Renfe, el Tu-tú del Caja -mejor el indio juguetón de plástico que venía dentro-; buena era la pastilla casi alérgena de Magno la Toja que te borraba hasta la mugre de las rodillas, también de juguete, en el Arrabal.

Y para el uso basto los jabones hechos por mi madre a quien yo ayudaba en la antigua cocina del piso de arriba; elemento esencial, papeles de periódico con noticias, en ocasiones necesitadas de, hasta asperón, de Llerena.

En mi calle, por la mugre del progreso, he perdido el río para los frágiles barquitos de papel cuya proa puede ser la popa y su ahogo era inmediato, como ahora el de las fatales pateras y otros ataúdes gigantes.


En ellos se te iban los malos pensamientos, los peores sentimientos; y “de por arriba” te venían buenos presentimientos; la Verdad es como una gota de agua en la corriente de la regadera.

Y grande es la pérdida: que no volverán los tebeos ni los cuentos con sus jaimitadas y sus ensueños; ni los indios de plástico -soldados y vaqueros, tanques y aviones- ni el exin blok, ni el motocarro, ni los juegos reunidos geyper, ni las procesiones con la silla al revés, ni los cacharros de feria de puerta…

Hasta se ha perdido la Feria de Calle y nadie saca las mesas del comedor a la puerta para invitarte a sentarte y compartir un trozo de amistad y un trago de vida compartida.

Y, es que entonces, todo estaba al revés: te creías algo y, sin embargo, como todos, sólo eras alguien; al reír creías que a tu alrededor sólo había bullicio y alegría; si llorabas, las lágrimas superponían las manos en forma de oración, como en acción de gracias; y cuando jugabas al burro o al pincho te creías que todo el mundo era caramelos y estrellas (y el sol tibio de primavera).

Pero en Argentina, maldita realidad redicha una y otra vez, a los perros no los ataban con longanizas.

Pero tú sentías como que las cabezas de los negritos del Domund eran tan reales como las espadas y fusiles que las cortaban y yo, me decían, no tenía edad para preocuparme de qué sucedía en Vietnam.

Pero yo oía contar las aventuras hermosas y terribles de Don Lucio y de su esposa Manolita en el Congo Belga; pero yo, aunque no tenía FM, sí tenía onda corta y hasta un amigo que era comunista y que quería que yo también fuese comunista; pero nadie sabía que yo, como todos los niños, había aprendido a mirar de soslayo; sólo que mi ventaja consistía en que yo tenía gafas -pero nunca para echar un bruche; que se desprendían con ansiedad irreprimible-.

Realmente en la infancia todo el mundo está al revés; y tú haces equilibrio en la vida sobre una peligrosa guita -¿te acuerdas que las hacían junto a la plazuela de la Plaza de Abastos?; pero tus ojos, afortunadamente, sólo miraban hacia el futuro -“tengo siete años, pero me falta un mes para los ocho” sentenciabas como aprendiz de filósofo existencial-.

Quizá por ello se sobrevive a la infancia ya vuelto a la realidad en donde el norte es una clara injusticia contra la Verdad y la Vida, el sur un clavo bien clavado en cuerpo y en alma, el este un amanecer de película del oeste; y éste, entretanto, un lugar triste de recogimiento…

Y en tu calle el sol ya no proyecta en la tierra las sombras de aquellos que, durante muchos y buenos días, fueron tu sol y un regalo de flores y frutos: casi todos ellos duermen dentro del árbol cuyas ramas crecen hacia el Paraíso.

Ojalá haya un hueco de tiempo y espacio en este espacio y tiempo en que me encuentre mi calle inversa: la Verdad se escribe al revés y, en mi vocabulario, significa “devolved la mirada” … 

La Cruz marca el punto de encuentro... 
y Alguien, hoy hace un año, como predestinada, se encaramó a ella asida a la única Esperanza que tenía cosida en el alma.

La Cruz es Escalera de Madera, casi como la que hizo mi padre y desde la que yo subía en nuestro patio a la suma y a la multiplicación. 

Uno por uno es uno; dos por ti... MADRE.

Y, mañana, hará un año cambiaste la madera de la Vida por la Madera del Sueño...

Ésta también florecerá por ti, para ti.