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Recuerdos y reencuentros.

miércoles, 8 de julio de 2015

PIEDRAS BARATAS, PIEDRAS BARITAS O PIEDRAS DEL INFIERNO... (Antonio Mateos Martín de Rodrigo)




A mi vecino Eulogio y a su esposa Carmen, en feliz recuerdo. 

La palabra “Egido” es una palabra culta, leonesa y, también, castellana; pero la mía, por preferencia y vivencia, es la casi vulgar de “Lejío”; ambas, sin embargo, son de lustroso origen: el latín “Exitus” -pronunciado ejitus-; y, significaba “Salida” de las poblaciones amuralladas; los musulmanes introdujeron la palabra “Alixar”-también pronúnciese alijar-; directamente era vocablo, como tantos palabros “moros”, derivado fonética y significativamente del latín hablado por los romano-godos hispanos invadidos. 

En numerosas poblaciones, ya en la Edad Media, el exido o ejido o egido, recibió la denominación de “ansarero” -Calamonte y Mérida- o “patinero” -Badajoz-, es decir “monte de los patos”, posiblemente porque en él soltaban los vecinos entre sus animales domésticos a los patos y aves, hoy. denominadas “ aves de corral”.

Claro que, entonces, pato y ánsar eran la misma pieza de puchero: “Ánsar, pato y ansarón, tres cosas suenan y una son”, testimonia el refrán popular de aquella antigua época. 

 A su vez, según el Fuero de Mérida y de su Tierra, más allá del Lejío se encontraban las “dehesas” denominadas “montes de los conejos” -“nemoribus vero cuniculorum”- . 

Y, he aquí una gran novedad medieval en la distribución de los espacios del modelo romano; pero excúseseme: no tengo ni real ni documentada idea de en dónde se situaban las dehesas llerenenses -boyal, de novillos, etc.-. 

Según Covarrubias en el siglo XVII “el exido es el campo que està a la salida del lugar”, el cual, siguiendo la normativa romana, "no se planta ni se labra", porque, y esto es novedad no romana, “es de común para adorno del lugar y desenfado de los vecinos dél y para descargar sus mieses y hacer sus parvas”. 

En parvas palabraa Covarrubias consideraba el lejío como "una plaça" exterior.

N.B. Los romanos aprovechaban las salidas de sus ciudades para establecer las tumbas de sus difuntos a lo largo de las calzadas. 

 Según José Manuel Andrada Martín, aunque su fines primordiales modernos fueron el trillado, limpieza del grano o matanza y estabulado del ganado, en los ejidos también se situaban las ferias y mercados (una de las primeras ferias emeritenses directamente documentadas, la feria denominada de los Carneros del Puente en el siglo XVI, según nos refiere Francisco Morgado Portero, se ubicaba en el lejío). 

En el caso de Llerena sabemos que hubo en el Egido Grande en 1912 una de sus grandes atracciones, la más espectacular, la de un avión pionero del aviador pionero sobrevolando los Egidos Grande y Chico. 

 Pero hecha esta introducción fijémosnos que en la cima del Lejío Grande de Llerena afloran varios roquedos que se denominan “Piedras Baratas”;  a su vez el “Ejido Chico” estaría presidido por “Las Piedras del Obispo”.

Muchos años llevo dándoles vueltas al enigma de su significado. 

 Mi primera asociación, soy de letras, me llevó a pensar si no se derivaría del griego “baratros” a través del latín “barathrum”, “abismo” entre los griegos, posteriormente “infierno” en la casa literarria de Berceo. 

 Pero mi fértil imaginación rabalesiana me dio solución más tarde que tan recientemente. 

 Hubo un momento en el que creí que aquellas piedras podían formar parte de una especie de Sthonengee, y cuyas piedras, eso sí es lógico, habrían sido expoliadas para formar las paredes de los cercados de los campos de cultivo, defendidos por ellas del comportamiento como cabras liberales y neolibelares de las ovejas mesteñas.

Pero no, claro que no; los primeros, ¡los primeros! , llerenenses sólo se atrevieron con piedras más pequeñas y afiladas… ( y de color negro -las conservo no como en oro en paño sino en frigorífico muy refrigerado...-).

 ¿Entonces, nuestras “Piedras Baratas” nada tienen que ver con “el abismo” como tal pero sí con “el infierno” como cual, que es similar si miramos los mínimos comunes denominadores?  

O ¿es una mina de barita que se asoma al sol y a la luna en una colina imposible? 

Nuestro admirado y bien ponderado cronista, Luís Garraín Villa, con quien entre cosas comparto la admiración y la amistad de don Teodoro Agustín López y López -a mí me estima más, sin embargo-, dice que no ha encontrado relación documentada de esta denominación de “Piedras Baratas” en lo antiguo y en lo documental; eso sí, alguien le dijo que su denominación vendría de las merendillas en el campo de los años veinte o treinta del siglo XX. 

Interesante etimología que no testimonio popular… 

Por estas fechas, y lo prueba a pie del primer documento por mí conocido, las Piedras Baratas ya eran “Piedras Baratas”; corría, según Llerena Tintero, el Año del Señor de 1929: “Las Piedras Baratas, ¿Quién no conoce las piedras baratas?, autentico patrimonio de Llerena y de sus gentes, en el ejido unos peñascos de roca hacen en conjunto las llamadas Piedras Baratas, baratas para unos que intentaron hacer su negocio con ellas y para el ayuntamiento, ¿qué eran, para qué servían? Menos mal que aún perduran nuestras Piedras Baratas y tan baratas que son para nosotros... y ahora digo yo, ¿y las Piedras del Obispo?...”

 [Bueno, lo de las Piedras del Obispo lo dejaremos para otro rato, cuando me recupere del esguince que me produje al saltar de una piedra a otra]. 

 ¿Pero, podrían ser “Las Piedras Baratas” “piedras baritas”? 

 La pesadez de la barita llerenense podría dar lugar a sentar plaza aunque en Llerena sólo hay una Plaza en la que sentarse... y, como quiera que no encuentro la palabra “barita” en mis diccionarios de antigüedades… 

 Claro que no; “las piedras baratas” no son “piedras baritas” -al menos a mí no me parecieron al corte y desmenuzamiento-; por entonces, años veinte-treinta del siglo XX las minas de Llerena, sólo eran de plomo argentífero y de cobre... -y lo digo con acciones de la Empresa ante la vista-. 

 Y, como el futuro puede ser regreso al pasado -no siempre necesariamente-, nuestras Piedras Baratas pudieran ser, tan inequívoca como dolorosamente, “las piedras del infierno” según interpretaba Berceo; si bien como, se deduce de la falta de documentación oficial, corroborada por Garraín, el cronista oficial, conservada sólo en la memoria y testimonio popular... 

 Hasta el siglo XVII, quizá pasado sus comedios, Llerena era villa; consecuentemente poseía “Mero y mixto imperio” y, consecuentemente, debía de contar con Picota, Rollo u Horca, muestra de tal jurisdicción y lugar de aplicación de las condenas, incluidas las mortales; no sé en dónde se encontraba ni nunca tuve referencia de su existencia.

Sin embargo, llevado por la toponimia menor de raíz popular, sí conozco otra “picota” más singular y cruel, que hasta, al parecer, daba vergüenza a escribamos y escribidores. 

El recorrido final, sólo documentado por el recuerdo popular, que los condenados por la Inquisición llerenense hacían hasta su ignominioso asesinato legal, casi terminaba a pie de “Las Piedras Baratas”; la calleja “de los Quemados” sitúa el lugar de la cruel y anticristiana sentencia en aquellas “Piedras Baratas”, gigantescas “picotas” sin mediación de cantero alguno y que toman su nombre del lugar del suplicio más clásico.

Lo indica el primer Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: “Barathro: s, m. En el riguroso significado es lugar sin fondo, tomado del que avía en Athénas de inmensa profundidad, donde arrojaban los delinqüentes. Figuradamente por su imitacion se llama assi al Infierno”. 

Aquí, a los "delinqüentes" no se les arrojaba a las profundidades, se les prendía fuego hasta las entrañas del alma -el fuego fue utilizado por los romanos idolátricos para hacer apostatar a los primeros mártires ya que los cristianos entendían  que no había Resurrección desde las cenizas ni desde el interior de las fieras (Nótese la crueldad finalista de esta práctica en unos y otros)-. 

Pero, una vez consumada la sentencia inquisitorial y consumidos sus cuerpos heréticos por el infierno local, la hoguera, según un periodista de la revista Interviú, se producía un milagroso milagro: una vez aventadas las cenizas éstas volvían a lugar sagrado, la Torre de la Granada, y, recompuestas en forma de momias...

La fotografía está tomada de http://llerena.org/fotos/album.php?pageNum_Fotos=1&totalRows_Fotos=66&id_relacion=50

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