A Aurorina.
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
Rodrigo Caro.
No es aún Extremadura, desde que dejó de ser nombrada como
“Estremadura”, un concepto o una realidad geográfica ni económicamente bien
definida, ni en su formación ni en su desarrollo; tampoco lo es en su génesis
prosaica y, por ende, más real: el avance del Norte cristiano contra el Sur
musulmán buscando aquellos pastos de invierno situados al norte de Andalucía
para alimento de sus ovejas merinas.
Con su ocupación los cristianos pretendían completar el
circuito de la Trashumancia, cuya actividad era la principal entre las
económicas de los Reinos cristianos medievales e imprescindible para su
supervivencia.
Eso sí, cabe fácil y directamente, deducir que la actual
Extremadura, conformada como Comunidad Autónoma el 25 de febrero de 1983 por las Cortes
Generales a través del Estatuto de Autonomía de Extremadura -de
acuerdo con la Ley Orgánica 1/1983-, es un territorio
delimitado definitivamente en el primer tercio del siglo XIX y, sin relación
alguna con sus criterios fundacionales-.
Antes de esta concreción territorial tuvo la misma inicial
pero por otra razón: la División Provincial de Javier de Burgos en el año 1833;
ésta venía a sustiuir a la que fue la primera organización unitaria civil: la
Provincia de “Estremadura”, aunque con diferentes límites por determinados avatares históricos: la Guerra de las
Naranjas, entre otros.
A través de la reforma liberal de 1833, la antigua Provincia
de “Estremadura” fue dividida en sus dos provincias constituyentes actuales:
Cáceres y Badajoz, por asentarse sobre estas ciudades las nuevas capitales.
Esta Reforma de de Burgos, realizada bajo las directrices
del liberalismo decimonónico, no sólo
puso límites geográficos definitivos sino que alteró algo los anteriores en
casi todos sus flancos y benefició bastante a la nueva provincia de Huelva con
términos de origen santiaguista (quizás en beneficio compensatorio de la nueva
provincia de Sevilla).
Sólo haré referencia a dos poblaciones cercanas que
invirtieron el camino: “Frexenal” de la Sierra y Guadalcanal.
Guadalcanal hasta 1834 perteneció a la Provincia de León de
la Orden Santiago de la Espada en “Estremadura”; había formado parte de la
donación de Reina del año 1246 y, por tanto, del Castillo Terminado reginense;
al contrario, “Frexenal”, ¡aunque religiosamente dependía del Obispado de
Badajoz!, administrativamente, dependió del Concejo de la ciudad de Sevilla
hasta la fecha citada de 1834.
No obstante, y, esta apreciación es de un valor historiográfico
considerable, como aseguraba el frexnense Vasco Díaz Tanco en el siglo XVI, Frexenal
de la Sierra se encontraba situada en un
espacio denominado “Estremadura”,
espacio que oficialmente aún no existía.
La primera vez que a la palabra “Estremadura” se le asocia
el término como un conjunto de poblaciones o terrritorio se hace en el siglo XV
en la “Refundación del Alconero”, atribuido a Fernán Pérez de Guzmán.
Los precedentes oficiales más inmediatos de la Provincia que
será denominada “Estremadura” son dos Provincias Fiscales, creadas a principios
del siglo XVI, sobre el territorio de lo que hoy es la parte gruesa de la
Comunidad Autonómica de Extremadura: las
Provincia de Trujillo y de León de la Orden de Santiago.
Los territorios aquí
referidos, y que formaban parte de las más diversas jurisdicciones
administrativas -de realengo, señoríos civiles y eclesiásticos o concejiles-,
sin embargo, tenían algo en común: formaban parte del espacio ganadero de los
antiguos Reinos de León y de Castilla
dedicado a Invernadero del Honrado Concejo de la Mesta.
Puede considerarse a Nebrija como el primero, y posiblemente
el único, en expresar directamente el concepto de “ Estremadura” como “pastizal
de invierno” de ovejas trashumantes, por
supuesto; en su “Vocabulario Español
Latino”, de ¿1495?, escribía: “
Estremadura. Ouium hiberna ”.
El vocablo “estremadura” es, por tanto, para él, para mí y
para la inteligencia subyacente de
algunos autores “invernadero de ovejas”.
Nebrija, durante veinte años “estremeño” en La Serena -la
flor y la nata de de los “estremos”-, no da más explicaciones aunque en su
Diccionario Latino-Español de 1492, define “Estremo” como “último”: “Estremus .
a . um . por cosa postrera”.
N. B. Este concepto
de “estremadura” como espacio concreto ya se encontraba establecido de
forma implícita en el reinado de Alfonso XI
el Justiciero; basta leer su “Libro de la Montería” y comprobar que su
itinerario cinegético marca los puntos esenciales de lo que hoy es Extremadura
como región.
Los “estremos” medievales eran los lugares que, en la
División Romana de los espacios poblaciones -cortijos, lugares, villas o
ciudades-, estaban dedicados al pasto de los ganados.
Cuando vino el reinado de Alfonso X el Sabio creó un nuevo
espacio ganadero: las “defessas” o dehesas, pero, las señaló en el interior de
los Egidos o Lejíos; y no para el uso del ganado lanar que sólo comenzó a
pastar en los Egidos al vender ciertos Concejos sus yerbas a “ganadero
trashumante”, a partir de los Reyes Católicos; transformando tierras concegiles
, baldías, del común o “realengas” en “de propios”.
Ahora bien, la Ciudad de Sevilla y su Arzobispado, desde los
primeros momentos de la Reconquista cristina de estos lugares hasta el siglo
XVI, tuvieron varias intenciones de
integrar bajo su férula administrativa los territorios sureños de Extremadura:
Azuaga, Reina, o Montemolín; posteriormente Almendralejo.
Nada más lógico; todo el Sur de Extremadura había
pertenecido al Reino moro o almohade de Sevilla.
Y, éstos , a su vez, se remontaban a la visión pliniana o
tartésica que aún tiene un éxito absoluto entre los historiadores andaluces;
consideran ellos, en su generalidad, que el Guadiana fue el límite romano entre
la Bética y la Lusitania.
En el siglo XIII, tiempo de la Reconquista de la Baja
Extremadura, ya no se aplicaba cabalmente el concepto de “Reconquista” sino que
las nuevas unidades administrativas civiles y religiosas se erigían sobre las
demarcaciones musulmanes como bien expresan las donaciones reales y confirmaba Fernando III el Santo: tal como recoge de
Redonet el extremeño Eduardo Hernández-Pacheco, Fernando III recomendaba que la
última palabra, a la hora de delimitar los términos, la tuviese el “musulmán”
conocedor de ellos: “ que al deslindar un alfoz valiese lo que afirmaban moros
sabidores”.
Esta división hispano-musulmana de alfoces se aplicó también
a las nuevas demarcaciones cuasi estatales: los reyes cristianos
castellano-leoneses comenzaron en sus diplomas a denominarse como continuadores
de los Reinos Taifas: Rey de Badajoz, Rey de Granada, Rey de Toledo, Rey
de Valencia, Rey de Sevilla, Rey de Córdoba, Rey
de Murcia, Rey de Jaén, Rey de Algeciras, Rey
de Gibraltar, Rey de los Algarves.
Pero, los intentos del Concejo sevillano fueron vanos para recuperar
los territorios perdidos, pese a contar primero con la complicidad de Fernando
III el Santo, y, posteriormente, con el beneplácito estéril de Alfonso X El
Sabio.
Las tierras de la Baja Extremadura se consolidaron como
espacios propios y exclusivos de la Provincia de León de la Orden de Santiago
de la Espada tanto civil como eclesiásticamente.
Algo más afortunado fue el Arzobispado Sevillano quien en
1274 acordó con la Orden de Santiago crear
en el Sur de Extremadura el Arcedianato de Reina, dice Alfredo Jiménez
Núñez -Manuel Fernández López lo da por creación del Arzobispado de Santiago de
Compostela - ; éste abarcaba los Castillos Terminados de Reina y de Montemolín.
N. B. La Provincia de Léon de la Orden de Santiago de la
Espada sólo tuvo como obispos titulares
a los Pontífices Romanos por Bula del Papa Alejandro III en 1175 que
declaró sus territorios como “Patrimonium Petri”.
Concretamente, en su parte meridional oriental los límites
administrativos de la actual Comunidad Autónoma de Extremadura fueron impuestos y definidos por la Orden a través de sus Castillos
Terminados de Reina y Montemolín, frente a las querencias plinianas-tartésicas de los reyes
castellano-leoneses y concejos y arzobispos sevillanos.
Y, todo, porque la Orden de Santiago, que era la institución
más rica en ganados trashumantes, quería tener en su propiedad estos espacios.
Nada que ver esta
reflexión con la paupérrima visión de la generalidad de los historiadores
extremeños; V.G. : Martín Martín y García Olíva propugnan, para explicar la
presencia de las Órdenes Militares en Extremadura, una teoría proporcionada a
la teoría de “Extremadura como Frontera”, entendida esta según la
historiografía antigua: “La principal razón de la importancia del territorio
recibido directamente por las órdenes militares de los monarcas reside en la
voluntad de éstos de hacerlas arraigar en zonas fronterizas, que de otro modo estarían
carentes de defensa” .
Nada más falso; la Orden de Santiago planificó la
adquisición de sus territorios tanto en Castilla como en el reino de León sobre
los invernaderos musulmanes y sus accesos: “La Orden de Santiago también tuvo ovejas
trashumantes -nos informa Lomax-, pero estuvo en una situación excepcionalmente
favorecida, pues sus previsores Maestres, sobre todo don Rodrigo Yáñez,
constituyeron los señoríos jacobeos a lo largo de las cañadas principales -el
camino de la Plata y los caminos de Uclés y Cuenca a Montiel y Segura-. Así,
los rebaños de la Orden se trasladaron desde sus señoríos septentrionales a los
que tenían en el sur pasando la mayor parte del camino por tierras
santiaguistas, de modo que apenas pacieron en tierra ajena, y pagaron poco o
nada de portazgo”.
N.B. Idéntica interpretación le cabe a la Provincia de León
de Estremadura.
Según el mismo Derek William Lomax, desde el
principio, el ganado lanar era el más importante de sus rebaños: “Desde un
punto de vista económico, los animales más valiosos de la Orden eran las
ovejas”.
Un simple repaso cartográfico a la Extremadura medieval
sitúa a las Órdenes Militares asentadas sobre los ricos territorios de pasto y/
o sus accesos y no sobre la cercana frontera del reino de Portugal ni la lejana
del reino de Granada.
La Orden de Santiago establece su Señorío territorial,
constituyendo el único caso de territorio continuo en el Reino de León, a lo
largo de la “Vía de la Plata” a través de las concesiones o donadíos reales de Montánchez, Mérida,
Alange, Hornachos, Reina y Montemolín, es decir, sus territorios flanqueaban la
Vía de la Plata en toda la actual provincia de Badajoz y parte sur de la de
Cáceres.
Si las otras órdenes no pudieron planificar con tanta
eficacia la localización de sus zonas de pasto sí es cierto que recibieron
importantes zonas pastoriles en la zona “estremeña” : “Efectivamente -dice
Pastor- las órdenes, sobre todo las de Santiago y Calatrava , en primer lugar y
las de Alcántara y el Temple en segundo, recibieron de manos de los reyes
importantes extensiones del sur de Castilla la Nueva, en la cuenca del Guadiana
y en Andalucía. En estos territorios
quedaban comprendidas ímportantísimas zonas de pastoreo” . O bien “También la
orden (del Templo) se expansionó al suroeste de la actual provincia de Badajoz
-escribe del Pino García - ... La riqueza ganadera de estos lugares, puesta de
manifiesto por diversos autores, debió de reportar a la orden de el Templo
substanciosos beneficios, que luego pasaron a la de Alcántara” .
Para ello, la Orden de Santiago de la Espada hubo de superar, insisto, las reticencias o escollos de Fernando III El Santo, antes de entregarles el Castillo Terminado de Reina : “Que la donación se hacía en tal guisa, que si hiciera treguas con Sevilla, antes de ganar a Reyna, el señor Don Fernando el Santo, o antes, que la orden lo ganase, que entrasse en la tregua el dicho castillo”.
Pero, la Orden no esperó a la tregua con Sevilla, año de 1248, y la Alcazaba de Reina fue vencida, en 1246.
Y, en consecuencia, vino Reina a propiedad de la Orden de
Santiago de la Espada para limitar la naciente Estremadura, la “Ouium hiberna ”, en su lindera sur.
En la ciudad de Mérida, a 30 de junio de 2016.
Publicado en "Reina. Fiestas en honor de Ntra. Sra. de las Nieves", nº 18, Agosto de 2016.